diciembre 08, 2010

La pequeña-gran historia de un héroe anónimo


Un día, no tan lejano, llegó de Salta. Y deslumbrado por las luces de la Capital, se quedó para siempre. Daniel Yonar adaptó a Buenos Aires una vida que en su tierra había sido muy difícil. «Allá no progresás, estás siempre igual. El que tiene plata podrá tener más plata, pero el que es pobre, nunca sale de pobre», asegura, dando a entender por qué eligió despedirse de su madre y sus cinco hermanos en busca de un futuro lejos de su tierra.
Aquí, Yonar consiguió un trabajo como empleado textil y una vivienda en una pensión de La Paternal, a la que llevó a su mujer y su hijo de diez años. «En Buenos Aieres sobrevivís, pero por lo menos tenés esperanzas, allá ni eso», desliza, como siempre, en voz muy baja. Cautivado por haberlo visto en televisión, nuestro deporte entró en su vida. El poco tiempo libre del que disponía, ya que trabaja de 7 a 19 hs, decidió invertirlo en el futsal. Hace tres años, se inscribió en la Escuela de Técnicos. Se fanatizó más con la disciplina. Empezó a conocer gente. Y creó un blog: Futsal de Primera. Gracias a los amistades que hizo en el curso (Ramón Cabrera, Javier Froiz) logró vincularse con 17 de Agosto para empezar a colaborar en el cuerpo técnico del club de Pueyrredón. Le pareció increíble, por ejemplo, que Fabián López y el Bambino Lombardini lo dejaran presenciar la charla técnica, y escuchar sus indicaciones desde el banco. Pero lo más extraordinario para él, fue estar cara a cara con las grandes figuras del futsal. «Allá en Salta los veía por la tele y ahora hasta puedo hablar con ellos, es algo maravilloso», confiesa.
Actualmente, está junto a Ramón Cabrera en cuarta y quinta división. «A veces Ramón me deja que dirija yo directamente», cuenta, orgulloso de sus progresos.
Si bien aún no recibe retribución económica, Yonar también demuestra su agradecimiento hacia el dirigente Adrián Costantino. «Se porta muy bien conmigo. Sé que por ahora no puede pagarme, pero de vez en cuando me da ropa del club para mí y mi familia, y eso lo valoro mucho».
Paralelamente, intenta no descuidar su sitio de internet: con su cámara fotográfica y enorme entusiasmo, Daniel filma videos que luego subirá al blog, añadiendo comentarios de partidos extraídos de otras páginas partidarias. Todo le cuesta un inmenso sacrificio, ya que no tiene computadora y debe hacer todo desde un locutorio. El tema se complica cuando el cansancio se acumula después de las doce horas que debe dedicarle sí o sí a su empleo. Sin contar el tiempo que además le insume el club. Pero Daniel nunca se queja. Apenas, con esa timidez tan carectarística, apunta tiernamente: «Me gustaría darle un poco más de bolilla a la página, pero también necesito tiempo para estar con mi hijo», mencionando que «Lalo» Monteleone -compañero de la Escuela de Técnicos, de la que agresaron en 2009- a menudo lo ayudaba económicamente para que no desatendiera su labor informática. El verano de 2011 lo pasará en Salta. Irá a visitar a su madre y permanecerá allí hasta marzo, dado que en Buenos Aires «afloja mucho el laburo y el dueño me banca hasta que vuelva».
Así de simple es esta pequeña-gran historia. Su protagonista, un héroe tan anónimo como tantos otros, se encarga día a día, y sin saberlo, de hacer un poco más grande a nuestra querida actividad.

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